Quería festejar su cumpleaños, se defendió como pudo y gritó “no”. Su caso es otra demostración que somos una sociedad machista y les enseñamos a las chicas qué puede pasar cuando dicen “no”.
Cada 19 días matamos a una Melina en Argentina. Cada 19 días le arrebatamos la vida a chicas de entre 13 y 18 años. Cada 19 días las apuñalamos, baleamos, estrangulamos o masacramos a golpes. Cada 19 días ponemos el cuerpo inerte de una niña-mujer arriba de una camilla de frías morgues para que determinen si, además, hay signos de abuso sexual. Cada 19 días reafirmamos que somos una sociedad machista y les enseñamos a nuestras chicas lo que puede ocurrir cuando se dice no.
A Melina no la matamos por sus pantaloncitos cortos o las selfies que se sacaba mostrando su rostro. Tampoco por los tatuajes o piercings que llevaba. No fue un castigo porque había dejado la escuela y no trabajaba. O porque discutía con sus padres y se iba a la plaza de su barrio en Palomar a pasar el rato con pibes, de su edad o mayores. Menos porque le gustaba mucho bailar en boliches y se metía en sus varias cuentas de Facebook.
A esta Melina, como a todas las Melinas que matamos, pensamos que las dejamos sin rumbo cuando les quitamos la posibilidad de vivir, crecer, amar y caminar la vida. A golpes de puño, con armas de fuego, usando cuchillos, con la manos en sus gargantas. De todas esas formas creemos, estamos convencidos, que las callamos.
A Melina la matamos porque se plantó. Intentamos usar su cuerpo, la invitamos a tener sexo en grupo. Y no quiso. No importa por qué no quiso, pero no quiso. Entonces le pegamos, porque para nosotros era una trola, que ni siquiera era dueña de su cuerpo. Eso, su cuerpo, no es suyo, es nuestro. Y hacemos lo que se nos cante. Nosotros, los machos, dueños absolutos de esos cuerpos. Y ante el no, la violencia. Las trompadas. La muerte. La bolsa. El río. La lección para ella y las otras Melinas.
Nosotros, los que matamos "pendejitas putas" porque histeriquean, se meten donde no deben, juegan con el peligro, se hacen las cancheras y después dicen que no. Se animan a decir que no. Tienen la gigantesca valentía de decir no.
Nosotros, hombres y mujeres, que jamás enseñamos a los varones a no violar y respetar el no cuando sale de la boca de una mujer. Y formateamos a las chicas para tener miedo, cuidarse y no meterse en líos. Nosotros, los que pegamos, pero también los que callamos o miramos para otro lado.
Y ella, Melina, que sólo quería festejar su cumpleaños, que estaba sola cuando la acorralaron, que se defendió como pudo y que gritó no. Tan fuerte gritó ese no que aún se escucha. Y se va a seguir escuchando. Porque ese es el rumbo de Melina. ¿Cómo que no tenía rumbo? Ahí seguirá Melina, para gritarnos a nosotros, sus asesinos, que su no es un potente y furioso legado. Su no es ejemplo. Su no es coraje. Su no está harto de que matemos Melinas. Su no dice basta ya.
FUENTE DIARIO POPULAR
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