martes, 15 de septiembre de 2020

NOVEDADES PARA EL CAMPO DE CARRYOVER

Carryover, el riesgo que se suma

La residualidad persistente de los herbicidas es otro de los efectos adversos que puede llegar a traer un año seco como el que se pronostica. El tema fue eje del último encuentro organizado por RAVIT con el apoyo de UPL.
 
Las posibilidades de que se restrinjan las lluvias en los próximos meses enciende una alarma entre los productores. Pero el fenómeno no solo impacta en la productividad de los cultivos sino también en el manejo de los fitosanitarios. Una probable escasez hídrica hace que algo tan valorado como la residualidad de los herbicidas se convierta en un problema.
 
El desafío es evitar el carryover, que en agricultura se refiere al riesgo que representa para los cultivos futuros que los herbicidas aplicados persistan por más tiempo en el suelo, generando daños imprevistos.
 
El tema fue abordado recientemente en una reunión convocada por RAVIT (Red Agropecuaria de Vigilancia Tecnológica) con el apoyo de UPL Argentina, como parte del trabajo colaborativo que vienen desarrollando junto a un importante grupo de productores en 2 millones de hectáreas del norte de Córdoba.
 
Jorgelina Montoya, de INTA Anguil, fue la especialista convocada para dimensionar el problema y ofrecer recomendaciones. “Un pronóstico de déficit hídrico, como tenemos actualmente, suele ser un factor bastante concluyente para los fenómenos de carryover, ya que promueve que los herbicidas queden retenidos en el suelo y no puedan degradarse en el tiempo. De esta manera se pueden desarrollar efectos negativos que compliquen a los cultivos subsiguientes”, señaló.
 
Montoya, con base en la provincia de La Pampa, sostuvo que allí los suelos son de tipo arenosos y poseen un registro de precipitaciones propio de zonas semiáridas. “Estas son condiciones que propician los episodios de carryover”, dijo y destacó que se dan condiciones similares en el oeste de la provincia de Buenos Aires, San Luis y sur de Córdoba.
 
La interacción del clima con las propiedades físico-químicas y biológicas del suelo (textura, materia orgánica, pH, población microbiana) termina jugando un papel fundamental en el surgimiento del problema. “Los terrenos más arenosos y con menor cantidad de materia orgánica son los más propicios. Si a estas condiciones le agregamos precipitaciones erráticas, la actividad microbiana se ve resentida y esto termina afectando a la degradación de los herbicidas en el suelo”, confirmó la especialista.
 
Pero la residualidad no solo se evalúa a través del tiempo de persistencia de los herbicidas, sino también por el efecto que esos herbicidas puedan llegar a tener en cultivos que tienen distinta sensibilidad. Montoya recomendó entonces realizar una planificación estratégica en la rotación de cultivos que implique necesariamente una rotación de herbicidas. “Si se utilizan los mismos modos de acción en estos escenarios de déficit hídrico, podemos crear un efecto de acumulación que desencadene en una fuerte expresión de fitotoxicidad en el cultivo siguiente”, completó. Para ello se debe tener un conocimiento técnico profundo sobre las características de cada producto: desde su clasificación toxicológica, hasta el período de carencia o el nivel de dosis adecuado. “Esto nos va a permitir conocer los efectos adversos que pueden llegar a ocurrir”, dijo y destacó que “no se utilizan las mismas dosis en La Pampa, en el norte de Córdoba o Santa Fe”.
 
Uno de los datos que preocupa a los productores en la provincia de Córdoba es que para combatir al Amaranthus, la maleza más emblemática de la región, se realizan aplicaciones post emergentes en el cultivo de soja que pueden ocasionar efectos de carryover, afectando al cultivo de trigo.
 
Montoya recomendó la incorporación de cultivos de servicio a los planteos productivos. “Tienen un montón de propiedades beneficiosas, como secuestro de carbono, dinámica hídrica y control de malezas con menos herbicidas. Pero además permiten aumentar la actividad microbiana y favorecen la degradación de los compuestos que puedan quedar en el suelo. Un suelo más vivo es un suelo con menos probabilidades de carryover”, sentenció.
 
Para la especialista de Anguil no hay que tomar el carryover como un hecho aislado, sino tratar de integrar su manejo dentro de todo el planteo agrícola para poder así disminuir el riesgo e incrementar la productividad. “Siempre va a haber un escenario del tipo económico que define muchas cuestiones y del cual es difícil desacoplarse por completo. Pero debemos también buscar una mirada amplia e integral del sistema. En ese sentido yo soy optimista y creo que  estamos en un proceso de cambio donde se están logrando muchos avances”, finalizó.
 
Acerca de UPL
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